
LA MAFIA NO PERDONA
El tema de este film, de Marcelo Piñeyro, está basado en la corrupción que habita a la década del noventa en Argentina. Los antecedentes de este momento histórico son el estallido del “Swiftgate”, en donde bajo esa denominación salía a la luz un escándalo por el pedido de coimas a la empresa estadounidense Swift; y las coimas millonarias en un contrato entre el Banco Nación y la empresa informática IBM, con varios funcionarios involucrados.
La película comienza con dos asesinatos que serán desarrollados a lo largo de toda la trama. El primero es el del juez Costa Makantasis (Héctor Alterio), quien muere al caer desde la terraza del Palacio de Justicia, y el segundo, el de Ana Muro (Leticia Bredice), cuyo cadáver aparece con quince puñaladas esa misma noche en la casa del juez. Lo original de la película está en que los tres hijos del juez: Pablo (Leonardo Sbaraglia), Nicolás (Daniel Kuzniecka) y Alejandro (Nicolás Abeles) se acusan a sí mismos de ser de forma individual autores materiales del crimen.
Cenizas del paraíso pone como ejes centrales al dinero y al poder, en el cual los poderosos lo ejercen y los dominados lo sienten. La plata es símbolo de la corrupción, y los que traen el pan con el sudor de la frente, sólo observan como la oligarquía lo utiliza sin llegar a poseerlo.
En el contexto político de la época se puede tomar como referencia comparativa las denuncias del en ese entonces, Ministro de Economía, Domingo Felipe Cavallo sobre la existencia de mafias en el gobierno.
Un país que muestra la brecha entre ricos y pobres durante los noventa pone en escena a la gente revolviendo las bolsas de basura fuera del juzgado, con la intención de encontrar algo para comer. Asimismo, una madre ante la problemática de la injusticia que está latente en el país, pide que metan preso a su hijo, para que este no sea otra víctima más de los casos de “gatillo fácil” por la Policía Federal Argentina (PFA), presente en distintos momentos de la película.
El espectador tiene la sensación de estar asistiendo a varios finales sin saber en cuál quedarse. La relación de Ana Muro con los tres hijos Makantasis, el tema de la corrupción en Argentina, y la explicación de los problemas que persisten entre las familias Muro y Makantasis.
La estructura se centra en tres bloques, uno por cada hermano, para posteriormente ver el proceder de Ana, entremezclando la sucesión de hechos posteriores a los asesinatos. La elección no puede estar más controlada. Piñeyro expresa que “quería dar con una estructura que dotara de coherencia a toda la película. Estoy hablando de la verdad, que no siempre es la misma para todo el mundo”.
El problema es que el narrador sabe demasiado, y hace que las investigaciones de la jueza María Beatriz Teller (Cecilia Roth) y de Yeti (Alejo García Pintos) no resulten trascendentales: donde ellos no llegan, ahí estará el narrador para contar todo sin que falte ningún detalle.
La censura, la extorsión, las amenazas, la miseria, y el crimen, -como es común a Marcelo Piñeyro-, no escapan. La encargada de la limpieza en el Palacio de Justicia, Mirta (Rita Cortese), “denuncia” ante la jueza Teller, el accionar de “los matones”.
La familia Makantasis no deja de padecer en el transcurso del film las injurias y amenazas hacia su padre. También se evidencia la censura, que la destacan las actitudes de los “matones” que trabajan para Francisco “Tano” Muro (Jorge Marrale) cuando intentan sacarle la cámara fotográfica a Alejandro Makantasis, el menor de los tres hermanos.
Los medios de comunicación tienen su cuota de participación, y en este caso, aparecen limitándose a informar los hechos de corrupción y lavado de dinero existentes en Argentina, aunque sin encontrar o dar pistas de quienes podrían ser los implicados.
Este film expresa una época histórica nacional, que da muestras claras, que el país de los sueños esta hecho trizas y que la justicia es sólo una utopía. Costa Makantasis le evidencia a su hijo mayor, Pablo (abogado), cómo proceder ante un caso de corrupción, y el espectador visualiza en el desenlace de los hechos, una Argentina a la que sólo le quedan cenizas del paraíso que alguna vez soñó ser.
Leandro Mata
(Septiembre 2008)
muy buen ensayo
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