lunes, 18 de mayo de 2009

"INDIOS MISERABLES DE PODER INTELECTUAL LIMITADO"


El motivo de los textos elaborados por Sarmiento (Conflicto y armonía de razas en América) y de Martínez Estrada (Radiografía de la Pampa) remite a qué es América, de qué está compuesta, y quiénes son sus habitantes.

La raíz de ambas miradas centralizarán su enfoque en que existen diferencias de clases que imposibilitan, las unas (indígenas) el progreso de las otras (“los civilizados de raza blanca”). Es por eso que hay que erradicar a los “bárbaros” e “incivilizados”.

Ahora, al depurar una clase derramando su sangre en su tierra ¿No se convierten estos “civilizados” en bárbaros e inciviles?

Sarmiento en “Conflictos y armonías de las razas en América” precisamente en su prolegómeno, realiza una pregunta a modo de hipótesis, interrogando sobre qué es la América.

Para este autor, los argumentos para encontrar la respuesta están en que “se ejerce tan poderosa influencia en el medio en que vivimos los seres animados, que a la aptitud misma para soportarlo se atribuyen las variaciones de razas, de especies y aun de género”, tal como lo expresa Octavio Bunge, autor del libro Los Hispanoamericanos.

Según Sarmiento los indígenas y los habitantes nacionales proceden de distintos orígenes, cuestión que amarga al autor a lo largo del texto y lo obliga a elaborar un pensamiento en pos de una cultura que sería superior a la otra.

En este punto vemos el egocentrismo desmesurado de quienes no entienden que no hay culturas superiores ni inferiores, sino que por el contrario todas son distintas e incomparables.

No obstante, sin quedarse atrás de la afirmación hecha por Sarmiento, Martínez Estrada (Radiografía de la pampa) en su primer capítulo “los rumbos de brújula” que tiene como apartado principal Los Aventureros, expresa que “el mundo nuevo, recién descubierto, no estaba localizado aún en el planeta, ni tenía forma ninguna. Era una caprichosa extensión de tierra de imágenes. Había nacido de un error, y las rutas que a él lo conducían eran como los caminos del agua y del viento”.

Completándose la mirada positivista propia de Sarmiento y de la que Martínez Estrada no puede desprenderse, este último autor plantea que “Los que se embarcaban venían soñando…”, como si los que fueron erradicados, depurados y asesinados, por Roca en la Campaña del Desierto no tuviesen sueños ni esperanzas.

La función de Martínez Estrada durante su obra, parece ser la de emparentar, al léxico pobre y una inteligencia torpe de enriquecer con los ciudadanos que habitaban el suelo latinoamericano. De esta forma, expresa que “América era, al desembarco, una desilusión de golpe; un contraste que enardecía el cálculo frustrado y que inclinaba a recuperar la merma de la ilusión mediante la sublimación del bien obtenido”.

Este autor reconstruye desde el principio la condición socioeconómica precaria de los que se embarcaban con destino a América. La falta de cultura representada por el léxico pobre y la inteligencia torpe. La propia imaginación está acotada dentro de este marco.

El progreso, la inmigración, la industria y el rol de nuestros padres prehistóricos, tienen una fuerte visión provista del positivismo en ambos autores.

Martínez Estrada plantea que el español que llega a América se encuentra encerrado entre su Némesis (de lo que no puede desprenderse) y su figuración utópica del Nuevo Mundo, que no responde a la cruda realidad con la que habría de enfrentarse. De allí, surge esta distinción sobre la que se edifica un mundo gobernado por fuerzas primitivas.

Sarmiento desliza su revisionismo para el lugar que más le sirve, y nos dice: “De un extremo a otro de Asia, de un extremo a otro de África, en América y Europa, en todas partes del mundo, se encuentran los mismos vestigios de una época de piedra. Ésta ha sido general por toda la superficie del globo. Ese ha sido el principio de la industria humana, bien humilde, por cierto, en su aurora, pero que desarrollándose y perfeccionándose gradualmente, ha llegado a lo que es en el día. Veremos entonces esos primeros ensayos en la senda del progreso y de la civilización, porque sin ellos la industria no hubiera nacido”.

Para complementarse Martínez Estrada lo sigue a Sarmiento en su matriz de pensamiento positivista, narrando que “Avanzamos y nuestros proyectos para el porvenir (eternos), proyectos de dominio sin obstáculos pero que no tienen finalidad, crecen desmesuradamente (…) El recién venido no encontraba en ninguna parte indicios que el ayudaran a concebir el mundo como un sistema racional y continuo”.

Para argumentar sus ideas, en el subtítulo que se denomina El dominio como represalia el autor muestra claramente su visión favorable hacia los colonizadores, diciendo que el título de propiedad representa un documento de la propia capacidad de mandar.

También se ve claramente la visión sobre la clase de inmigrados que ingresa al país, cuando manifiesta que el que arribaba era, en el fondo, como hoy un soñador de sueños personales, en cambio, expone que quien venía con ánimo resuelto a quedarse, era un desesperado más peligroso que el que llegaba a hurtar y partir.

Finalmente, Sarmiento nos despide reconociendo al fin, que los indios son nuestros padres prehistóricos. Sin embargo, con ellos no hay respeto, ya que agrega que son miserables hombres de poder intelectual limitado.

Leandro Mata
(Agosto 2008)

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