
El Equipo Argentino de Antropología Forense es una organización científica, no gubernamental, sin fines de lucro, independiente de cualquier partido o agrupación política, que se desempeña a través de técnicas como la antropología social, arqueología, antropología forense, informática y genética. Su función es investigar casos de personas desaparecidas o muertes como consecuencia de procesos de violencia política en diversas partes del mundo. En Argentina trabaja desde hace veintitrés años en la búsqueda e identificación de los restos de personas desaparecidas, como consecuencia del accionar del terrorismo de Estado entre 1974 y 1983.
La misión fundamental desde su fundación ha sido identificar los restos de personas detenidas/desparecidas para restituirlos a sus familiares, aportar pruebas científicas a la justicia en la investigación de casos de desaparición y contribuir al esclarecimiento de la verdad histórica, a la lucha contra la impunidad y al fortalecimiento de una justicia independiente.
Tres etapas involucran el trabajo que realiza el Equipo, la investigación preliminar e histórica del caso, las exhumaciones arqueológicas de los restos óseos, y los análisis antropológicos y genéticos con el objetivo de identificar los restos y aportar elementos para la determinación de las causas de muertes.
Además del trabajo permanente en Argentina, se han realizado investigaciones semejantes en treinta y cinco países, que luego de períodos de violencia política decidieron averiguar el destino de sus desaparecidos.
Al finalizar la dictadura, principalmente a partir de 1984 se hicieron exploraciones en donde se examinaron no sólo documentos, sino que también se buscaron los restos óseos de las personas desaparecidas.
Durante este período, se iniciaron investigaciones con restos de N/N, que entraron como personas sin nombres a los distintos cementerios del país, con el fin de recuperarlos e identificarlos.
Las exhumaciones se hicieron con sepultureros de cementerios y las excavaciones las efectuaron según técnicas particulares, sacándolos de manera mezclada. Las maniobras se realizaron frente a jueces y en presencia de la Policía Federal, lo que ocasionó con la posterior pérdida de restos, de detrimento de evidencias, de mezclas de los restos óseos de personas, que se abrieran polémicas acerca de si los restos que no pudieron recuperarse fueron por negligencia o por interés.
En definitiva, y si bien existieron malas prácticas de excavación, el tiempo que se destinó a las mismas, llevan a pensar que tanto esfuerzo no se hubiese efectuado, cuando el fin que se buscaba eran ocultar los restos. Las contradicciones apuntan más hacia una mala práctica que a un interés de desaparecerlos. No obstante, las consecuencias fueron que médicos forenses que tenían poca experiencia en exhumación y análisis (normalmente sus prácticas eran con cadáveres) realizaron dichas tareas, junto con personas que no estaban entrenadas, tal es el caso de muchos bomberos y policías que terminaron mezclando, dañando, y perdiendo gran parte de los restos.
Durante el año 1984, una práctica frecuente fue utilizar pala mecánica, lo que derivó en que muchos restos se dañaran, perdieran, y/o mezclaran. En algunos casos fueron trasladados a la Accesoria Pericial de La Plata, donde quedaron hasta que el Equipo los logró recuperar.
Con estas prácticas, a lo largo de las excavaciones se perdieron inevitablemente muchas evidencias, informaciones del contexto, proyectiles que hubieran sido de mucha utilidad poder recuperarlos, ya que integran, junto con los restos óseos, la historia de lo que pasó.
Además, existió como inconveniente que diversos funcionarios que estaban interviniendo oficialmente habían sido cómplices de la dictadura, no necesariamente colaboradores, pero sí personas que todavía en los ochenta quedaron en sus puestos, y de alguna forma por acción u omisión habían pertenecido al Estado genocida. Muchas de estas personas tuvieron miedo de volver atrás de sus propias palabras, y si bien no necesariamente existieron ocultamientos, sí se disimularon muchas causas de muertes.
En reiterados casos, los especialistas forenses fueron parte de la policía o del sistema judicial, con lo que la independencia se vio limitada, en este marco los problemas de credibilidad aumentaron, y fue bajo este contexto que se creó el Equipo Argentino de Antropología Forense. Era imprescindible crear algo por fuera del sistema tradicional forense tanto para generar credibilidad, como así también para utilizar técnicas y métodos científicos, ya que no se estaban haciendo bien cada una de las tareas.
En 1984, Abuelas de Plaza de Mayo pidió a una delegación de la Sociedad Americana de Antropología Forense que viniese a Argentina a controlar lo que estaba pasando. No sabían cómo, ni qué debía hacerse, pero entendían que lo que se estaba haciendo no era lo correcto.
Finalmente, llegó al país un Equipo integrado por genetistas, entre ellos el Antropólogo Forense estadounidense Clyde Snow que se quedó y empezó a formar un equipo con el que pudo hacer un trabajo científico. Se gestó un grupo que sistematizando información, y conformado en su mayoría por estudiantes, antropólogos, arqueólogos y algunos médicos, con predisposición y voluntad, realizaron las primeras excavaciones. A partir de 1984 nació el EAAF, organización no gubernamental, que nunca perteneció al Estado, y que siempre tuvo como objetivo ayudar a los familiares de personas desaparecidas por razones políticas.
Incansablemente ha aportado pruebas a la justicia utilizando estándares internacionales, y si bien no recibe fondos del Estado, sí es perito de la justicia. No tienen permitido tocar nada sin que un juez lo ordene o lo solicite. No pueden abrir una sepultura porque quien debe identificarla es el juez, por lo tanto, todo parte de una orden judicial que se da en base a las denuncias de los familiares, de los Organismos, y de las causas judiciales. Los jueces solicitan al Equipo que se aporten pruebas a las causas, y es así que colaboran en el proceso de reconstrucción histórica a través de sus investigaciones.
No exhuman huesos sino respuestas, intentan reconstruir toda la secuencia, aunque existen lagunas, ya que quien operó fue un aparato clandestino. No obstante, aspiran de la mejor manera posible a saber cuál fue todo el recorrido, para aportar las respuestas más completas en cada búsqueda. Entablan relaciones con las familias de las víctimas y la comunidad, como parte central de la tarea. Es imposible para el Equipo trabajar sin participación comunitaria, sin denuncias de familiares, sin entrevistas con grupos cercanos, sin que haya aporte de datos y sangre, sin que haya organizaciones que brinden información interna, sin compañeros de militancia, sin personas liberadas de centros clandestinos, que se acerquen y entreguen aunque sea lo mínimo que puedan recordar.
El Equipo luego de que formó, creció y desarrolló su trabajo en Argentina, empezó a ser requerido por distintos organismos y por diversos países, ya que no fue sólo precursor en la búsqueda de restos, sino en toda una línea de investigación, desde las excavaciones, documentaciones, análisis de los restos, hasta los aportes finales de informes completos a la justicia.
Comenzó a exportarse el modelo a otros países, formándose el Equipo de Antropología Forense en Chile, Guatemala, Perú, Bosnia, países de cada continente, todos con una problemática similar que lo requirieron para realizar dichas investigaciones. También solicitaron su trabajo los Organismos de Derechos Humanos, familiares de víctimas, Naciones Unidas, la OEA, el Comité Internacional de la Cruz Roja, Tribunales Internacionales, como el Tribunal para la ex Yugoslavia, comisiones de la verdad, ministerios públicos, distintos grupos de investigación como Amnistía Internacional, que lo requirieron no solamente para excavar, sino para saber cómo encaminar el trabajo de reconstrucción, y entender qué fue lo que pasó en cada uno de los períodos de represión. Cada contribución del Equipo Argentino de Antropología Forense da cuenta de la trascendencia, relevancia y excelencia con la que se desempeñan a nivel mundial.
Para lograr efectividad en su trabajo han establecido una relación de ida y vuelta con los familiares y la sociedad, para dar y recibir información. Sus tareas han sobrepasado las barreras de la exhumación de huesos para convertirse en un trabajo de reconstrucción histórica. Los pilares básicos han sido las reuniones con familiares, con líderes comunitarios, y el trabajo con testigos, personas liberadas y compañeros.
El trabajo de investigación históricamente se ha dividido en tres partes, la primera, preliminar, la desarrollan considerando que no se pueden solamente recuperar los restos, sino que se debe investigar, es importante que exista una investigación histórica sobre las víctimas, con referencias sobre qué sucedió, quién desapareció, cuándo, dónde, cómo, por qué, todas preguntas que deben ser respondidas, hay también una investigación física de las víctimas, con el aporte de los familiares y compañeros, con datos que van desde cómo era la persona, sus estudios, militancia, hasta sus relaciones, intentando reconstruir su vida e historia física. Además, paralelamente se desarrollan indagaciones sobre lugares de inhumación, ya que la burocracia dejó huellas, aunque aparezcan como N/N, tienen fecha, lugar, mucha información que se puede leer entre líneas; la segunda fase, consta del trabajo de exhumación arqueológica, la propia excavación donde se recuperan los restos de las personas; mientras que la tercera, forma parte del análisis de los restos que se pueden recuperar. Para poder realizar este último paso, previamente se resuelve tanto la identificación de las personas como las causas de muertes.
Las fuentes que se pueden rastrear son de muy diverso tipo, las escritas, como las denuncias efectuadas por los familiares o amigos ante Organismos oficiales, ONG, archivos de Comisiones Investigadores, todas las denuncias que se hicieron en la CONADEP, informes de inteligencia militares y policiales, documentos de organizaciones políticas, listados, testimonios, procesos judiciales como el juicio a las Juntas, libros de morgue, actas y certificados de defunción, libros de los cementerios, estadísticas, entre tantas otras. Todas éstas, son el motor básico de donde extraer información valiosa para iniciar el proceso de búsqueda.
Durante el proceso militar en Argentina existió un aparato estatal clandestino, que secuestró personas, las llevó a un centro clandestino de detención, de tortura, y que hizo desaparecer los cuerpos, pero al mismo tiempo, hubo un aparato estatal burocrático, que siguió con su maquinaria funcionando a la par, con lo cual los cadáveres aparecían en la calle, eran levantados según la típica rutina efectuada como si hubiesen sido accidentes de tránsito, les tomaban huellas dactilares, fotografías, los llevaban a una morgue judicial como N/N, y hasta incluso, médicos realizaban autopsias, hacían actas de inhumaciones y de defunciones, lo que afortunadamente dejó huellas que son las que el Equipo sigue. Todo aparato clandestino, no puede serlo totalmente, porque nadie se daría cuenta de las dimensiones de lo que tiene, de tal modo, la dictadura militar tuvo que “blanquear” y probar su accionar. El genocidio se “justificó” con supuestos enfrentamientos, y con información manipulada.
Si bien no se pueden hablar de patrones, hubo dos grandes formas de hacer desaparecer personas en nuestro país. Una fueron los vuelos de la muerte, aunque no todos los centros clandestinos tenían acceso a aviones, por lo que otra forma sistemática fue simular enfrentamientos, sacaban a las personas a la noche del centro, las asesinaban en la calle y simulaban un enfrentamiento con fuerzas policiales, se retiraban, abandonaban los cuerpos, y ahí era donde entraba la parte burocrática del Estado para levantar todos esos cuerpos e iniciar los respectivos trámites.
Para la reconstrucción de la identidad, el Equipo siempre trabajó con fotografías, ya que muchos datos los aportan personas que han sido liberadas de centros de tortura, que pueden no saber los nombres, quizás nunca han podido hablar, pero jamás olvidarán los rostros.
La segunda parte, la excavación intenta recuperar todo sin mezclar e ir limpiando de manera que vaya dejando, con técnicas arqueológicas, todo lo que perteneciera a la persona, tanto los restos, como los proyectiles que pudieran aparecer, efectos personales, e ir individualizando a cada persona, para que, por más que sea una fosa común, se las pueda recuperar sin mezclarla con otras.
En el transcurso del campo al laboratorio, siempre mantienen la cadena de custodia, por mucho que no hubiera posibilidad de juicio hasta hace poco, todo es prueba y puede servir como evidencia para la búsqueda de responsabilidades penales. Esta fase se da dentro del ámbito judicial, detallando cuidadosamente cada paso, donde se intenta ver quién es la persona y cuál fue la causa de muerte, o al menos, las circunstancias de la muerte que pudieron haber dejado señales en los huesos.
El proceso de reconstrucción de identidad de personas desaparecidas es una difícil tarea debido a que la mayoría de los restos de los chicos eran sanos, no tenían muchas fracturas ni arreglos dentales, en definitiva, eran muy jóvenes como para haber sufrido patologías que pudieran haber dejado rastros físicos, como para poder detectarlos. Es por esto, que desde el año 1998 se recuperaron muestras de sangre de familiares, y partir del año 2007 se lanzó la iniciativa latinoamericana para la identificación de personas desaparecidas, con la finalidad de recuperar la mayor cantidad de muestras de detenidos desaparecidos y compararlas con las de los restos óseos.
La intención de crear un banco de restos genéticos, con perfiles de todos los detenidos desaparecidos junto con los de sus familiares para poder cruzarlos e ir develando las identidades, es un proceso que fundamentalmente pretende alcanzar la recuperación total de la identidad robada.
Leandro Mata
(Noviembre 2008)
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