lunes, 18 de mayo de 2009

PÁNICO Y LOCURA HACIA EL SUR (1° Parte)



La siguiente crónica está basada en hechos reales.

Cómo abusar de la mala suerte y no morir en el intento)


Un buen día descubrí que a lo largo de toda mi vida, hubo una sola pregunta que nunca pude evadir, una pregunta que me persiguió a sol y sombra, una duda que escaló en lo más profundo de mi curiosidad. Ayer, hoy y siempre. ¿Qué hay allá abajo?

Desde aquel inocente miedo sobre lo que pudiera habitar debajo de la cama, hasta la insoportable necesidad de recurrir a los instintos más bajos o por qué no, también, la intolerable sensación de haber tocado fondo. Todo en la vida parece guardar relación con lo que está debajo.

Hay intrínseca una necesidad de la gente por escapar de la profundidad. Las almas que han actuado en forma considerada en la tierra, reciben su recompensa ascendiendo al cielo; las almas cuyo desempeño fue magro en la vida, reciben su castigo en las profundidades de Lucifer.

Incluso en los juegos más infantiles como la rayuela, el cielo significa la victoria, en oposición a la tierra que simboliza el comienzo del juego, y por ende, el objeto del que hay que alejarse, porque quedarse ahí abajo es malo, dicho en otras palabras, nos transformamos en perdedores. Ni hablemos del trabajo, ya sabemos todo lo que significa ascender en una empresa.

Geográficamente suele ocurrir lo mismo. En Italia, por ejemplo, las ciudades del norte como Milán o Génova son las más poderosas y por ende habitadas por las clases altas dentro de la sociedad. En cambio, las ciudades del sur como Nápoles, están emparentadas con las clases bajas, con la gente que se gana el pan con el sudor de su frente. Algo similar ocurre con los países, los ubicados al norte son los más ricos y los que someten a través de sus imperios a las naciones pobres o subdesarrolladas del sur. No hace falta dar nombres. Ayer, hoy y siempre.

Argentina parece ser la excepción de la regla. Cuando la gente está cansada de ser la misma dentro de la misma sociedad o asfixiada por un tupper, no huye hacia el norte, se refugia en el sur.

El género humano argentino suele atribuirle mística a lo que está debajo. Para algunos funciona a modo de divinidad, como si allá abajo se encontrará la solución a todos sus problemas, una especie de paraíso terrenal, sin Dios. Como si estuviera universalmente establecido que al cruzar cierta línea divisoria, o en cierto kilómetro, los problemas desaparecieran o todo se hiciera más fácil. Nos convencemos de eso y en consecuencia la fuerza de gravedad nos chupa hacia el sur. El arte de escapar, encuentra como lugar de cristalización Ushuaia, el fin del mundo (¿cuanto más abajo querías llegar?) Ayer, hoy y siempre.

Por aquel enero mis preocupaciones estaban de franco, será por eso que decidí someterme a responder la única pregunta que nunca pude evadir a lo largo de mi vida: ¿Qué hay allá abajo? La curiosidad mató al gato.

“Todo mal vuelve”

¿Donde escuche eso? lo escuche en la calle, lo leí en un sobrecito de azúcar en un bar y también me lo dijo una ex. Al principio solía reírme de los dichos de la gente, luego comprendí que era un iluso. Ahora, solo soy escéptico al horóscopo y a Dios.

La mañana del 14 de enero del 2007, estaba tan ansioso por viajar que casi olvido un libro de Woody Allen, que había comprado con el objetivo de digerir el viaje y darle rienda suelta a la imaginación. No tenía preocupaciones.

3.600 kilómetros y tres provincias separan a Carlos Casares de Ushuaia, eso significaba algo así como un día y medio de viaje en una 4x4 roja, modelo 94. Lucía intacta, lucía y nada más.

La distancia era todo un desafío para tres personas, sobre todo, si sólo dos son las que saben manejar. Saber manejar significa excluir mi persona dentro de esta categoría, por lo cual mis obligaciones se limitaban a cebar mate y sacar temas de conversación en momentos donde la noche y el cansancio comienzan a regir los sentidos y nos seducen con la idea de descansar. Idea que trataríamos de evitar como tres tarados, como si nuestra vida dependiera de llegar cuanto antes al sur. Tres ilusos, convencidos y ansiosos. Una mezcla fatal. La inercia y la falta de una radio hicieron el resto.

El diccionario de la Real Academia Española define a la palabra suerte como el “encadenamiento de sucesos considerados fortuitos o casual”. Aquella mañana de agosto, estaba tan ansioso por viajar que olvide mi dosis de suerte sobre la alacena.

Salimos cerca de las 7 de la mañana, el día se mostraba perfecto para viajar, Besos, abrazos y cuidates. La carnada había sido mordida…

Los primeros trayectos del camino de la ruta 5 se asimilan bastante a escenas de caricatura que se repiten una tras otra. Cientos de kilómetros agobiados por ciudades y estaciones de servicios en sus entradas. Entre medio de estas, monótonas cosechas de girasol, soja y maíz sacan pecho a los costados del camino. Hectáreas y hectáreas de campo, trazados en forma geométrica, cada uno con su espacio, sin nada que desearle al otro.

Pasamos desapercibidos por Buenos Aires, nos sentíamos inmortales, jóvenes, inmunes, iluminados, capaces de todo. Con ese espíritu nos recibió Río negro. El éxito del viaje nos iba a seguir dando el dulce por un par de horas y ciudades más…

Maldición, va a ser un día hermoso

Río Negro se abre paso a través de un puente. Debajo, el río que da nombre a la provincia yace imponente, algunas veces más calmo, otras más violento. En el momento de cruzarlo nos observaba contemplativo, como si tuviera lástima de nosotros.

El día era espectacular, hacia calor y pronto llegaríamos a Las Grutas, quizás la ciudad más turística de Río Negro, al menos en verano. Bordear Las Grutas se convierte en un tramo que combina fastidio y belleza. Tales conjunciones son dignas de vivir porque suceden en pocas oportunidades en la vida. Fastidio por todo lo que significa el recambio de quincena dentro de una ciudad turística. Belleza por saber que estas bordeando el mar y que la tentación es inminente.

Tarde o temprano la propuesta cae como una fruta madura. Es imposible resistir a la tentación de meterse al mar, hice pública mi propuesta y hubo quórum. Mas tarde caí en la cuenta que esa fue la idea más inteligente que se me ocurrió en este verano.

Acto seguido, mi primo que tiene un grado de inconciencia menor que yo (pero que con eso alcanza), giró a la izquierda y aceptó rotundamente.

Imperios de arena, estacionamientos desbordados, guitarras desafinadas, pelotas de fútbol, de voley, de tenis, vendedores, chicas, bikinis. Hicimos playa por algo así de dos horas, sacamos fotos, y disfrutamos del agua algunos grados mas fría que Mar del Plata. El viaje rozaba la perfección: glamour, playa, Tete sin Giordano, las olas y el viento, sucundum, sucundum. Desperdiciamos nuestro último puñado de suerte sin saberlo. A partir de acá, ya nada seria igual.

- ¿Tomamos sol?
- No estaría mal.
- ¿Vos qué opinás?
- Me da lo mismo.
- Sigamos entonces.
- Sigamos.
- ¿Lindas Las Grutas no?
- Hermosas. El día es hermoso también.

Germán Uriarte
(Enero 2009)

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