
Alrededor de los años ochenta se hizo explícito en el campo de la comunicación latinoamericana un proyecto: pensar la comunicación desde la cultura, asumir que al hablar de comunicación, era insoslayable la pregunta por los modos de construcción social del sentido.
La “y” (comunicación y cultura) fue reemplazada por la / (comunicación/cultura) lo que significó pensar la imposibilidad de un tratamiento por separado de ambos términos. Este desplazamiento se dio en el marco de la denominada crisis de paradigma en las ciencias sociales y en un contexto de retorno de las democracias.
La comunicación dejó de ser una cuestión de técnica, de medios como instrumentos, para trasformarse en dimensión constitutiva de las prácticas sociales.
Ubicar a la comunicación en la cultura se conjugó con otros dos movimientos centrales. Por un lado, con la crítica del poder, que permitió contextualizar con relación y no sólo como imposición, re-localizando su problemática en la vida cotidiana. Por otro lado, “el movimiento de la comunicación hacia la cultura se dio en medio de una crítica profunda al estructuralismo como paradigma homogéneo de interpretación de lo social, que anunciaba el renacimiento de las emociones”, de la subjetividad largamente excluida por las episteme dominantes.
Para comenzar a analizar estos términos, se debe establecer, conceptualmente una barra entre las dos palabras (comunicación/cultura) que ahora articulan y destacan sus diferencias con un ligamiento. La barra (comunicación/cultura) genera una fusión tensa entre elementos distintos de un mismo campo semántico. El cambio entre el ligamento y la barra no es insignificante. Dicha unión al imponer la relación, afirma la lejanía. La barra acepta la distinción, pero anuncia la imposibilidad de un tratamiento por separado.
El concepto de comunicación, así, carga la culpa del racionalismo que intenta formular leyes únicas para explicar el funcionamiento de fenómenos plurales.
El estudio de la comunicación se convierte con frecuencia en el aprendizaje del uso de instrumentos o en la evaluación de las consecuencias del uso de determinadas tecnologías, en uno u otro caso, el instrumento aparece como un mediador medianamente neutro.
Lo que está en cuestión es el qué y el cómo. La comunicación no es todo, pero debe ser hablada desde todas partes, debe dejar de ser un objeto constituido para ser un objetivo a lograr.
Desde la cultura, desde ese “mundo de símbolos” que los seres humanos elaboran con sus actos materiales y espirituales, la comunicación tendrá sentido transferido a la vida cotidiana.
El pensamiento presentado por Héctor Schmuckler se contextualiza a partir de la historia colectiva y los saberes individuales que se combinaron para construir esta nueva lucidez crítica, de cuyo cuestionamiento no escaparon los temas vinculados a la comunicación y la cultura.
Leandro Mata
(Diciembre 2008)
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