
Tocó con Sumo, con Las Pelotas, con Divididos, Charly García, Los Piojos, Los Ratones, Los 7 delfines, Los Caballeros de la Quema, Sui Géneris, entre otros. Trabajó con Castello, Bonadeo y Pettinato, Escribió en la TXT. Grabó discos que fusionan jazz y funk, el último de ellos “Bell Vill”, junto a “SuperChatarraEspéshal” recibieron el premio Gardel como mejor disco de jazz. Está por editar tres libros, actualmente conduce su programa en la Rock and Pop y a la noche hace radio junto a Dolina. Entre tanto trajín se hizo un tiempo para esta nota, no vaya a ser cosa que se pierda de hacer algo.
Tácticamente hicimos bien: fuimos dos. Sobre la calle Freire al 900 hay olor a productora y a radio, también hay varias 4x4 y seguridad privada y gente que transita por los medios. Está Elizabeth Vernaci que mientras monta con su hijo a la camioneta, organiza juntarse con su equipo de radio para festejar quien sabe qué, en algún bar de Plaza Serrano; está Humberto Tortonese, con su pelo largo intacto y Gabriel Rolón con una mochila a cuestas. Son las 7 y cuarto, y adentro, en los estudios de la Rock and Pop que se conectan con La Metro, está girando Falso Impostor, el programa que desde 2008, Gillespi lleva adelante de 19 a 21 junto a personajes como Alfredo Rosso, Pepe Terminiello y Enrique Symns. Sabemos que es así por el horario y porque en el mp3 de Ignacio, retumba la inconfundible voz de Joe Trompeta.
La cita era a las 9 de la noche y ahora que lo pienso bien, creo que exageramos un poco con eso de estar una hora y media antes de lo acordado. Colegiales tiene su microclima instalado, con algunos bares estratégicamente puestos cerca de la radio y hacia uno de ellos vamos, con el único fin de acelerar el paso del tiempo y pulir lo que teníamos en la cabeza previo a la entrevista. Una cerveza bastó para que sean cerca del horario acordado y retomemos el camino hacia la radio. Una vez ahí, nos sentamos sobre dos sillones y clavando nuestras miradas sobre un televisor postrado en TN, nos dedicamos a desengranar cómo en el Congreso se trataba la urgencia de adelantar las elecciones y se le pedían explicaciones a un senador kirchnerista por las interferencias que habían sufrido las señales de Artear en alguna provincia que ya no recuerdo.
En eso estábamos cuando un tipo de anteojos y rulos baja por una escalera y desliza un soberbio “¿Estos son los dos periodistas que me estaban esperando?, ¿No había otros mejores?”. Nos miramos entre nosotros y nos damos por aludidos. Es lo que hay.La hacemos afuera, sentados por ahí, sugiere Marcelo Rodríguez mientras termina de saludar a personal de seguridad y dispara una broma. En efecto, ahí estamos, en el ecosistema barrial que propone colegiales, con un reporter y dos morrales, con gente que nos pasa por al lado, indiferente. Con Enrique Symns y sus canas al viento saludando a Gillespi por nuestras espaldas, con un tipo que nos escucha mientras le contamos que de que trata la entrevista, que nos pide que le pasemos la dirección del blog y que nos empuja a estrellarnos contra lo impuesto como alguna vez hizo él, cuando comenzaba en esto.
¿Cómo fue Marcelo Rodríguez antes que Gillespi?
Era un tipo inquieto. Eso es fundamental, ya tenía el bichito de que quería laburar en este tipo de cosas. Me orienté para el lado de la música porque es mi pasión. Tuve la suerte de conocer a Roberto Pettinato en los años 80. “Petti” era muy emprendedor, es un tipo genial y haberlo conocido y compartir experiencias como músico me facilitó mucho las cosas.
Cuando “Petti” empezó a laburar en los medios yo era su amigo, éramos muy pegados en ese momento y el mismo me llevó, me arrió a las cosas que el hacía con funciones de guionista, por ejemplo.
Así arranqué en el ’91. Laburamos juntos en distintos proyectos hasta el ‘98. Después cada uno emprendió su camino.
Se tarda un montón de tiempo en poder tener una soberanía en lo que vos querés hacer. Hasta hace pocos años laburé en proyectos de otros, compartiendo mesas de trabajo en la radio, programas a los que me invitaban a participar pero no eran exactamente lo que yo quería hacer.
Tenés un humor muy particular, difícil de encasillar, ¿cómo lo definís?
Mi humor es un humor de observación, no es un humor libreteado, no es un humor de remate típico. Lo mío es simplemente observar y poner el ojo en esas cosas que son costumbristas de la vida cotidiana. Pasa por ahí.
Es el humor del tímido, que no habla en una fiesta y es el más hijo de puta porque está mirando todo desde afuera.
Referentes humorísticos no tengo. Me gusta mucho Groucho Marx, pero tampoco me fumé todas sus películas, me gusta sus frases sueltas, me gusta su autobiografía “Groucho y yo”. Pero tampoco es un referente.
Pueden serlo Capusotto, Alberti, Casero, Mex o Roberto Pettinato que son todos amigos, ese club es el que a mi me copa y en el que me siento un poco allegados a ellos. Pero si me preguntas, por tipos clásicos como Alberto Olmedo te digo que no, “Pepe” Biondi, “Tato” Bores, lo mismo, no. No tengo influencias muy marcadas en ese aspecto.
Sos un exiliado de la TV. ¿A qué se debe tu alejamiento y la desaparición de personajes como Aníbal Hugo y San Felipe?
La tele no me copa. Lo que tiene de bueno es que paga muy bien, el tema económico es zarpado, pero el medio televisión de aire, lo que estamos acostumbrado a ver, no me gusta mucho.
Aníbal Hugo y San Felipe, básicamente son prolongaciones de mi personalidad. Yo los maté a esos personajes en el sentido de que no quería quedar atrapado, tipo Eber Ludueña. O sea, quería proyectarme como mi propia persona y siempre tenés esa tentación que viene de afuera que te proponen hacer esos personajes. Fue una cosa que a mi me divirtió mientras lo hice pero no quería explotarlos demasiado
Sencillo. Gillespi habla de su presente mientras en una especie de tic nervioso acomoda sus anteojos cada dos por tres y gesticula con sus manos. Frente a el, intercambio el reporter de mano hasta que la que lo sostiene se cansa.
Ignacio permanece inmutable, sentado en los escalones a la derecha del entrevistado.
El hombre en cuestión, estudió psicología un par de años y dejó. Sentía que su verdadera vocación era la música. Aparentemente no se equivocó, aunque sostenga que para él, no toca tan bien la trompeta.
“Nadie sabe lo que es tocar la trompeta”, asegura. “La trompeta es un instrumento que lo inventaron en el 1900, estamos en el 2009 y no hay una trompeta que toque sola. Es el mismo instrumento y te lo bancas así o nada, trabaja con la musculatura de la boca, que a los tres días no las tenés más, por lo tanto, la tenés que tocar siempre y es muy sacrificado. Nadie sabe lo que es tocar la trompeta, el que toca el piano toca con un hueso, en cambio, la boca es un pedazo de carne que no tiene ni forma y que vos la tenés que templar como si fuera un dedo”.
Metódico. Dispara un par de palabras después de cada pregunta, sostiene la cabeza con la mirada perdida y las cejas levemente levantadas, se toma un tiempo para pensar lo que va a decir y continúa ampliando lo que en un momento parece a tientas y oscuras, una respuesta concisa a la pregunta.
Germán Uriarte
(Marzo 2009)
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