
Para responder al titular parecería más fácil saber lo que nos ha quedado, que repasar la infinidad de nuestro patrimonio que hemos “perdido”, vendido, y entregado.
No caben dudas que se puede definir a la década menemista como un período en donde el país fue saqueado. El patrimonio nacional fue palabra menor para el gobierno del, entonces, presidente Carlos Saúl Menem. Las privatizaciones fueron una opción para solucionar la economía nacional, sin embargo, esta alternativa finalizó dejando secuelas: el pago de la deuda externa terminó siendo insoportable y el desempleo fue creciendo año a año.
Las primeras privatizaciones fueron YPF, ENTEL, ELMA, aunque luego la lista siguió con la empresa de energía SEGBA, SOMISA, Obras Sanitarias, el Hipódromo, y hasta los canales de televisión 11 y 13.
Numerosas empresas pasaron a ser ocupadas por manos extranjeras, las fábricas nacionales o las empresas nacionales no le pudieron hacer frente a lo internacional, ya que lo nacional siempre era más caro.
El modelo económico que en la dictadura iniciaba el “mago” Martínez de Hoz se utilizó también en la década menemista.
El principio del fin
En el año 1989 Roberto Dromi anunciaba el cronograma de privatizaciones. La deuda externa equivalía a 64.000 y llegaban las cifras de desocupación a 746.000 y de subdesocupación a 920.000
Durante 1990, 3570 australes equivalían a un dólar, se privatizaba el Hipódromo, Golf, y la Dirección de Transito.
Al año siguiente, cambiaba el Ministro de Economía, se iba Erman González y llegaba Domingo Felipe Cavallo. El dólar llegaba a 10.000 australes, y el déficit fiscal era de 772, 5 millones de pesos.
Ante este panorama, se ponía en práctica la Ley de Convertibilidad: un peso argentino era igual a un dólar.
En 1992 se aprobaban las privatizaciones de YPF, Gas del Estado, ferrocarriles Roca y Belgrano, las empresas de energía SEGBA, SOMISA, Obras Sanitarias y Casa de ahorro.
Al año siguiente, caía el número de empleados en las empresas públicas de 110.000 a 48.000. Para 1994, se producía el efecto tekila generando que al año venidero tuviera una cifra récord de desocupación del 18, 4%.
Los números que escribían la historia lograban en 1996 la renuncia de Cavallo, poniendo a Roque Fernández como nuevo ministro de Economía.
Durante 1997, pasada la aftosa, se exportaba nuevamente carne a Estados Unidos, los reclamos salariarles por parte de los docentes se darían a lo largo de 1998, y alcanzábamos el puesto número 61 a nivel mundial. La etapa “dulce” finalizaba en 1999 dejando 1.912.000 de desocupados, 1.984.000 de subdesocupados, y una herencia externa de 139.797.000 de dólares.
“Síganme…les pido que me sigan, no los voy a defraudar”
La imagen de caudillo, los discursos peronistas y el apoyo de los grandes empresarios lograron que el “Turco” se perpetuase en el poder y dejase desocupación por la privatización de las empresas y la falta de competencia; una deuda externa impagable por los prestamos y los depósitos exagerados; renuncias y reclamos por todo el país y por todos, desde los mismos funcionarios denunciando las coimas y la corrupción hasta las interminables ayunas docentes por los salarios.
Es cierto, el lema fue “pizza y champagne”, pero para un sector de la población, el otro país mostraba como en Tucumán se morían chicos de desnutrición, en Santiago del Estero aumentaba la pobreza, en el norte no había insumos para los hospitales, en Capital Federal se encontraban en un semáforo el rico con el pobre, y en Ezeiza los que llegaban de Miami pensaban cuando volverían a EEUU, ya que, preferían a los negros de allá, bronceados, y no a éstos que los veían mugrientos.
Leandro Mata
(Septiembre 2008)
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