lunes, 18 de mayo de 2009

PASTILLAS, LA ÚLTIMA ESPERANZA NEGRA


“No me digas la verdad, no me mientas,
ya me di cuenta que no es lo que era,
de eso se da cuenta cualquiera,
antes o después de las rosas,
ves a través de las cosas”
Andrés Calamaro


Evidentemente, es mejor vivir anestesiado en estos días. Al menos para los que aun no tenemos el coraje pero queremos, queremos y no nos sale, nos duele, no podemos, estamos inhabilitados, imposibilitados de hacer algo que soñamos, que sería el camino hacia una felicidad o la felicidad como mejor quede. Aunque tampoco sé muy bien si es algo tal, o quizás, sólo sea un reflejo de la satisfacción. Del sentido de superación y nada más. Eso. Sí, eso… un maldito sentido de superación.

En la vida cotidiana, nos sentimos inmundos sujetos inmersos en el circo, en cualquiera de todos los que hay, no todos los circos en el mundo son inmundos, sí estos a los que me refiero, estos en el que el amor no vale, en los que los sentimientos no cuentan, en donde las traiciones se ven a flor de piel, se palpan, se escucha el murmullo, se sienten, se huelen… se huele la traición. Y la traición, acaso, ¿no forma parte del circo.

Y si viene la traición, atrás viene el descreimiento, la falta de confianza, hasta caer frases más, frases menos, pero al fin en la soledad. “Preferible estar sólo que mal acompañado”. Mierda, mierda pura. Si estás mal acompañado podes tener la capacidad de que tu compañía sirva, sea sujeto, la entiendas como tal, la acompañes, la ayudes, la escuches, le enseñes el camino de la sinceridad, y sino lo sabes, juntos a transitarlo, qué joder.

Muchos se van a revelar a que la belleza no entra por los ojos. Que hay algo más, que hay que descubrirlo, que hay que ver qué (y no con los ojos) es eso que anda dando vueltas, que nos parece alentador.

Pero sé que después van a desechar aquello que sus ojos rechacen, que sus sentidos pongan en duda, que interroguen a través de su cultura de circo. Bendito aquél que sea distinto, diferente, humano, cien por ciento humano y no haya quedado en sí, nada instintivo ni animal, aquello tal que su superación mental, moral y hasta ética en consideración consigo mismo, lo haya ubicado en una cúspide, en un pedestal del estereotipo ideal, o casi ideal, o puro. Al menos puro.

El tipo puro que reconoce sus defectos, pero que no despotrica ante todo lo que ve, ante todo lo que le causa displacer, lo que no hace, no quiere, no usa, desecha, inhala, preserva, contiene, convive, reacciona, y escribe, entre tantas cosas más, es parte de sí y su consciencia, forma un todo complejo en su estirpe.

Por más vueltas que haya que darle, estamos solos. Solos. Ni vos, ni aquél, ni la persona que aparece ahora, ni la que estuvo ayer. No hay nadie, es un vacío solitario. Descarado, traicionero, malherido, malparido, mal arriado, benigno, maligno, insultante, insuficiente a cualquier evaluación de bienestar emocional. Y a quién no le pasa. Le pasa al laburante que va y viene desde su casa al trabajo, prende la televisión y se encuentra con culos, tetas operadas, falacias, mentiras, un nivel de vida desconocido al que lleva. Le pasa al que está solo y espera, y llega a un punto, en la que una noche cayó en la cuenta que se le acabó el Clonazepan, que mañana podrá comparar su Sertralina, y sino cualquier antidepresivo, pero que justamente esa, ésta, aquella, la pasada, la que vendrá, en la maldita noche no podrá conciliar el sueño, y aparecerán los fantasmas de la soledad, de la miseria humana, de la vida perdida que no encuentra su rumbo, del desamor, del desamparo emocional que las sesiones de terapia psicológica no logran ni siquiera reducir, de su bala perdida, de su cable a tierra que está sepultado en el infierno de rocas y cemento, de todo lo que no hay, de todo lo que perdió, de todo lo que pudo haber sido y no fue, de todo… de todo que es nada.

Simplemente, así, sencillo, cortito y al pie, de pasada, al paso, de dorapa, como lo escuchas, sin dobles sentidos, de una, de frente manteca, como lo gustes tomar, como quieras, como le caiga mejor a tus ojos que se clavan frente al texto, no te mientas más porque estamos solos. Todo se diluye, vivimos en la era de lo líquido, no hay nada seguro ni estable, hoy sí, está bien, mañana…bien gracias, no sabés en qué puede deparar todo, se puede vivir la vida, el día a día al máximo sin hacer nada por lo que vendrá. Yo no puedo, y siento que estoy sólo.

Leandro Mata
(Octubre 2008)

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