lunes, 18 de mayo de 2009

LOS DINOSAURIOS


Hay una constante que parece regir el conflicto entre el gobierno y el campo. La misma, circula entre la mutua acusación de no ser democráticos en tiempos de democracia. Si el campo corta la ruta coartando la libre circulación de los argentinos con autos y plata para pagar un pasaje en un micro de línea, el campo es antidemocrático y hace lo que se le canta. Si el gobierno no baja las retenciones impuestas caprichosamente y no se muestra permeable al diálogo, en consecuencia, el gobierno es antidemocrático y por deducción y sentido común, también hace lo que se le canta.

Rousseau tendría para hacerse un festín ante las innumerables redefiniciones que está sufriendo en la actualidad el concepto de democracia. Si viviera, el suizo probablemente diría lo que dijo en su época en el contrato social y que le valió su exilio a Neuchatel. “Sólo la voluntad del pueblo pude constituirse en ley”. Ahora bien, traspasada esta idea a la situación actual del conflicto que respira nuestro país, el problema mayor radicaría en que las facciones enfrentadas entre sí, eligen para representar la porción del pueblo que les favorece, y no al pueblo en su totalidad. Y como para Rousseau la voluntad general es indivisible y por ende no está en condiciones de ser representada, el intelectual de la revolución francesa tendría que ir a llorarle a Napoleón, porque en este país se muere de hambre; o en su defecto, si sería contemporáneo al siglo XXI, tendría un consuelo un poco más decoroso, algo así como un exilio pago en algún hotel cinco estrellas de Punta del Este, la isla Martin García del siglo XXI.

Pero lamentablemente, en Argentina lo más parecido a Rousseau que tenemos es un barrabrava de River Plate que se llama Adrian, y que está procesado por matar a otro Barrabrava del mismo club llamado Gonzalo Acro. Es lo que hay, ¿viste?
Para el gobierno, el campo tiene actitudes golpistas. Por ende, el campo quiere voltear un gobierno elegido por la voluntad popular en un acto democrático como el sufragio. Y aparte, como dijo nuestra señora presidenta “a ellos no los eligió nadie”. Resultado: El campo es militar. Para el campo, por el contrario, el gobierno elige caprichosamente sin consultar la voz del pueblo que lo votó, las medidas que va a aplicar sobre el mismo. Deducción: El gobierno es autoritario. En el medio: la gente.

Son anticonstitucionales, fachos, dictadores, nazis, totalitarios, pichones de Hitler y Mussolini. La retórica del conflicto nos empalaga queriéndonos hacer creer que el fantasma de Massera se proyecta sobre el bando opuesto. Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla. Amén.

Cada cual atiende su juego, algunos con cacerolazos y cortes de ruta que resurgen cada vez que a la clase media y alta le tocan el culo, pero nunca cuando desaparece López, o no se les aumenta el básico a los docentes. Otros con De´ Lía que camina por la calle y te pega, parodiando una versión berreta del Street Fighter. Detalle este, que fue observado por nuestro Secretario de Comercio e interventor del INDEC, Guillermo Moreno, y mejoró la versión reclutando a “Acero” Cali para demostrarnos que él la tiene más grande… a la billetera y puede pagar al que la tiene más grande. Ah, y por cierto: ¿de qué lado estará Cali? En el medio: la gente.

Entonces, hay un escalofrío que se nos torna inevitable experimentar y empezamos a tener la sensación de comenzar a sentir eso de lo que ya fuimos testigos y que el investigador psíquico francés, Émile Boirac, definió como déjà vu o paramnesia. Nos desdoblamos y nos hacemos la incansable pregunta que gira en torno a averiguar si a esto ya lo vivimos o no. Efectivamente, a esta película ya la vimos. Ayer, hoy y siempre, en el medio: la gente.

Pero no todo está perdido, la filología latinoamericana nos da una mano en la difícil tarea de entender el presente que azota. Como por arte de magia, las cosas que se escribieron ayer parecen conservarse en un vaso de formol y estar frescas como una lechuga para metaforizar la realidad de hoy. La literatura es el mejor ejemplo de ello porque a las palabras se las lleva el viento, a las dichas, porque las escritas están ahí, sólidas, estampadas y no se despegan al primer lavado.

Alguna vez, el guatemalteco Augusto Monterroso escribió: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí”. El relato parece un buen ejemplo para delimitar los límites por los cuales circularon históricamente los conflictos en nuestro país. Pase lo que pase, los dinosaurios siempre conviven con nosotros. Nos despertamos y el dinosaurio está allí, vigente, renovado y reticente a la idea de convertirse en fósil. La muerte, el hambre y él, en Argentina nunca pasaron de moda. Nos sirven el desayuno.

El texto breve de Monterroso, además de una metáfora, por momentos fue y de hecho es, un buen intento por escribir el cuento más corto del mundo. Aunque nunca pudo superar a Hemingway, que escribió: “For sale: baby shoes, never worn” acortando en una palabra el esfuerzo, ahora vano, del guatemalteco.

Habría que redefinir esta cuestión de quién tiene la patria potestad de la historia más corta del mundo porque si mal no recuerdo, Charly en “los dinosaurios” escribió “los dinosaurios van a desaparecer”. Tan sólo cinco palabras. Apabulló de esta manera a “el dinosaurio” de Monterroso y le ganó de manera contundente a Hemingway. Cinco palabras le bastaron a García para reflejar la realidad y crear un cuento, aunque tal vez a eso, él, aún no lo sabe. Esa es otra historia.

“Los dinosaurios” de García, salió en plena apertura a la democracia en el disco Clics modernos. De este modo, Charly hacía referencia a aquellas personas que se encargaron de llevar adelante la dictadura militar entre 1976 y 1983. Supongo que a la letra la tendría escrita hace mucho tiempo atrás pero que por razones obvias nunca pudo publicarla. Hoy como el ave fénix, la metáfora de García renace en boca de las partes que llevan adelante el conflicto entre el agro y el gobierno, con la diferencia que el dinosaurio que ellos ven, siempre está representado por el bando contrario. De más está decir que esa no era su intención.

Todos ven un dinosaurio en el oponente, pero los verdaderos dinosaurios, los de García y Monterroso, los que son y no se proyectan siempre están allí o en su defecto van a desaparecer. Obvio, éstos no se alimentan de los que forman parte de un bando u otro. Éstos, se alimentan de los que están en el medio: de la gente. Ayer, hoy y siempre.

Al fin y al cabo y volviendo un poco a las raíces de todo esto, Rousseau tenía razón. “El hombre ha nacido libre, y por doquiera se halla encadenado”

Germán Uriarte
(Agosto 2008)

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