
“Verde manzana” le dijo. Pero ella no quiso creer. Prefirió la comodidad de lo clásico, o quizás no se limitó a soñar. Eligió censurar su creatividad, o privar sus fantasías. Pero, ¿por qué no pensar que en su mundo no existe tal color? ¿Por qué no admitir que no hay lugar para ciertas formas, que el “verde manzana” es una utopía para ella? Que si fue, ya no será, porque sabemos que hoy no existe.
El insistió. “verde manzana” le dijo. Y todavía, en aquél pasado había colores. Ella diferenciaba ciertos matices, aunque siempre se la notó reactiva a proliferar por los distintos tonos que quizás, o no, estaban por nacer. Tonos que sólo son colores en su mezcla, en su relación simbiótica, que son sólo reales cuando se gestan de a dos.
Y él no puede dormir y piensa “verde manzana” le dije, y se siente un pintor, más que eso, un poeta. Pero más aún, se siente un creador. Más…un soñador. El creó el “verde manzana” sólo para ella, pero no encontró en la pareja ningún color. Él fue verde, verde esperanza, verde, verde que aún no alcanzó la madurez. “Verde que te quiero verde”. Pero ella…ella fue manzana, y para él hoy es la fruta prohibida. ¿Madurez? Prefirió vivir sin raciocinio. Prefirió sentir y no pensar, porque pensar le trae recuerdos, aquellos que se vuelven nostálgicos al diagnóstico de la memoria, e inclusive para los mismos tonos se tornan tristes, los mismos colores los sienten cansados, todos sin ella pierden sus matices y se tiñen de negro y blanco. No tendrá jamás, un “verde manzana”, él la puede esperar, esperarla en el pasado para levantar las frutas que sembraron y que no vieron nacer. Él la puede esperar ahora, aquí, hoy, en este instante, en el presente. Él la puede esperar mañana. Él, pero él lo elige, él no va a poder vivir, sin esperarla toda la vida.
Y sabe muy bien que no hay ni fruta, ni color que logrará alcanzar la adecuada movilidad, se volverán estáticos, repetirán poesías, inventarán…inventarán la nada. No, pero no generarán, y buscarán y recaerán en frases ya repetidas.
Pero ella es la manzana. Y hoy no quiere creer. Hoy no pretende ver colores, porque apareció la noche, maldita, despiadada, cruel en sus pintadas, porque de pinceladas y de pintor no tienen nada, son burdas, brujas y amargadas. Pero ella igual, no quiere más “verde manzana”, él buscaría armar colores, hacerle un cuadro, retratarle la mirada, aquella que brilló algún día cuando escuchaba “verde manzana”, aquella que se volvía risas en su cara iluminada, esos ojos que no caben dudas, eran de este color, este, este “verde manzana”, y ahora él, se olvida de la fruta, y piensa en ella. Busca el recuerdo, pero no encuentra nada.
Hay otras frutas y otros colores, intentará probar todos, pero sabe muy bien que no va a encontrar nada, que nunca va a sentir lo mismo del otro lado, al mezclar con su sonrisa aquél “verde manzana”.
Leandro Mata
(Octubre 2008)
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